
Los que nacimos a orillas de un río, inevitablemente vivimos condicionados por las corrientes. En mi caso, el río de mi vida siempre fue el Nalón, fiel compañero de aventuras. La ventana de mi habitación miraba al norte, a esa desembocadura flanqueada por el puerto de San Esteban y el Castillo de San Martín. Revolución industrial y Edad Media se observan mutuamente compartiendo un espacio físico que separan dos riberas y un milenio de historia.
Los barcos de la historia
Esas aguas surcaron miles de embarcaciones, desde piratas normandos hasta buques de gran tonelaje que encontraban su fin en los desaparecidos desguaces de El Pico y San Esteban. Vaporas, chalanas, bateles, traineras, motoras…. Todas hundieron sus proas en las aguas de esta ría, en las orillas en que muchas quedaron varadas para siempre, esperando que el tiempo las convirtiese en fango y junco, un perfecto símil del ciclo de la vida.

.Desde aquella ventana de mi juventud me asomé al río bullicioso, con las riberas iluminadas en las noches mas oscuras por los faroles de los pescadores de angula.
El río de mi vida

El murmullo de las lanchas motoras subía y bajaba con las mareas hasta que la madrugada comenzaba a perfilar este paisaje que dibujo con la memoria. El sendero que cruzaba el bosque está enterrado en la maleza pero desde esta ventana aún me parece ver la silueta de mi abuelo, canturreando al alba con el sedazo al hombro, camino de esta ría que siempre será parte de nosotros.
Excelentes como siempre. La depresión de ayer en Grao la recuperé comiendo en El Manantial. Saludos MAESTRO.
Ay Juaco, mira que yes exagerao. Mil gracias amigo…y sustituye lo de “maestro” por compañero…me gusta mucho más. Por cierto, tu si que sabes donde comer bien!!