
Muchas veces, pensando en aquellos veranos juveniles en el Bajo Nalón, me sorprende pensar que mis colegas de aquellos años, servidor incluido, hayamos podido vivir para contarlo. Me da vértigo pensar las zambullidas que nos pegábamos buscando los sitios más altos para volar por encima de nuestra inconsciencia. Las cucañas nos quedaban pequeñas y no era raro vernos cruzar a nado la ría del Nalón para probar suerte desde el muro de La Guardada, buscando esos subidones de adrenalina tan adictivos como irresponsables. Y con la noche llegaba la fiesta. Cualquiera valía : Somao, Cudillero, Muros, Ranón…. Siempre había algún prao con orquesta frente a la que se fraguaba la locura del día siguiente.

El caso es que uno tiene la sensación de que, de aquella, el tiempo pasaba mucho más despacio, Posiblemente no tenías preocupaciones adultas, esas que te impiden liberar la mente y disfrutar de la vida. Dicen que el tiempo asienta la cabeza. Pues no sé yo si eso será demasiado bueno.
Bendita juventud