Una espectacular caverna se abre en el corazón de la Peña de Candamo, un promontorio calizo que se alza sobre las vegas que el Nalón deja a su paso por San Román. La oscuridad más absoluta reinó en esa espectacular sala hasta que alguien, hace más de 14000 años, entró casi a tientas en esta cueva tenuemente iluminado por una pequeña lámpara de grasa animal. Es fácil imaginar las sombras de las estalactitas y estalagmitas moviéndose amenazantes al paso de aquellos primeros visitantes que se atrevieron a romper la amenazante tiniebla de aquel espacio. Y en ese entorno mágico decidieron escalar por las formaciones geológicas que, como una cascada, descendían desde una estrecha oquedad que presidía la sala. Y en aquel pequeño rincón alguien decidió dibujar con mano firme, los trazos perfectos de un caballo. Algo de mágico simbolismo hay en este rincón. Seguramente es indescifrable para la mentalidad del hombre de hoy. Pero no cabe duda de que, al igual que las pinturas, la magia continúa allí.
