Cuando veo perros disfrutando en la nieve, siempre recuerdo que durante diez años, tuvimos en esta casa una compañera perruna. Una hermosa Alaskan Malamute, terca como una mula pero cariñosa, juguetona y simpática como ninguna. El día que mi compañero Nacho Orejas la vio por primera vez me preguntó que si le gustaba la nieve. Le contesté que si, que era una gozada verla disfrutar corriendo como loca y revolcándose entre la nieve durante horas sin descanso. Y el bueno de Nacho me contestó con esa coña que tienen los de Luanco :
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– Lo que ye la genética oye…. Lo mismo me pasa a mi en les sidreríes
