Tiempo de nieve

Es tiempo de nieve. Es curioso como después de la ventisca el silencio se adueña de todo en esta montaña vertical y salvaje. Esperamos la madrugada, alumbrados por una chimenea que caldeaba el ambiente de una estancia pequeña y acogedora. Durante la noche el temporal azotaba los marcos de madera de una ventana casi tan vieja como la cabaña que la sostenía. Tras sus cristales, la noche impedía ver el inmenso valle que se abría hacia el oeste. La pequeña ventana dejaba salir una luz tenue, iluminando algunos copos pálidos que parcheaban la oscuridad al ritmo de la caótica danza que les marcaba la ventisca. Las baterías de la cámara cargaban en una esquina de la habitación después de una jornada en la que el temporal no había dado tregua ni para tomar ni una foto. Cuando el sueño me venció por unos minutos, la tormenta amainaba, dejando que la noche dejara paso a una madrugada gris y fría pero tranquila. Al abrir la puerta, el valle seguía allí, cubierto por un imponente manto blanco que congelaba la mirada. Cogí las cámaras y hundí las botas en la nieve fresca que cubría el sendero. Comenzaba un nuevo día en aquel invierno tan largo, un día que prometía buenas sensaciones. Pero eso ya es otra historia.

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