Arcoíris Industrial en AZSA

Conducía con precaución. La carretera del faro estaba húmeda por culpa de los chaparrones intermitentes de aquella tarde de mayo. Intentaba trazar las curva con suavidad para evitar la gravilla que convertía el asfalto en una peligrosa pista de patinaje, moteada por los profundos baches que dejaban los camiones de la cantera.

Un barco entra en la ría de Avilés con las intalaciones de AZSA al fondo. Avilés, 15 de mayo de 2013. ©Miki López

Buscaba una foto para ilustrar las tormentas que habían roto esa calma primaveral, un tanto extraña para las regiones del cantábrico. Es curioso ver como el cambio climático convierte noticiable lo que hace décadas era lo más normal del mundo.
Buscaba la tormenta en el epicentro de la comarca más contaminada de Asturias. O al menos así era a finales del siglo XX. Incluso tuve grandes reticencias cuando, por razones laborales me mudé a Avilés precisamente en un mes de mayo. Corría 1996.
No creo que regrese aquel vergel que debió ser el estuario avilesino antes de la llegada del monstruo industrial, pero la recuperación de la zona es más evidente cada día que pasa.
Llegué a las inmediaciones del Arañón buscando las rompientes de la bocana de la ría que siempre me había dado fotos espectaculares. Y de la nada surgió un arco iris como una guirnalda de esperanza, casi como saliendo de las chimeneas de la planta de Asturiana de Zinc. Y aquel artificio humano industrial, se hizo diminuto ante la inmensidad de un cielo amenazante que demostraba, de un simple vistazo, el poder de los elementos que se cernían sobre ella.
Quién me iba a decir que aquella tarde de primavera, buscando la tormenta, me encontraría aquel maravilloso arcu l’vieya que decimos en Asturies.
Bendita naturaleza.
Ella manda hasta en las fotos.

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