El Avilés que fuimos

Puente de San Sebatián sobre la ría de Avilés

Uno nunca sabe si cualquier tiempo pasado fue mejor o sólo lo parece desde la perspectiva del presente. Pero lo que si es seguro, es que lo pretérito siempre se cubre de una pátina de nostalgia que revive con la energía de la juventud. Avilés ha sido una ciudad por la que el tiempo cruzó con vertiginosa velocidad. En apenas 60 años pasó de una villa marinera con 20.000 habitantes a convertirse en una ciudad industrial con más de 80.000.

Trabajadores desmontando uno de los antiguos gasómetros de ENISDESA de Avilés. Arcelor

Y tal como subió aquella fiebre fabril en los años 50, en la década de los 90 se dio paso al inicio de la desaparición de ENSIDESA, aquella empresona que muchos pensaban que sería como un matrimonio para toda la vida. Cierto es que la siderurgia asturiana no murió con el cierre de las instalaciones avilesinas, pero una sensación de orfandad se cernió sobre todos aquellos trabajadores que de alguna manera vivieron de ella. Hoy Avilés se abre a un futuro distinto y diverso, mucho más comprensible para las nuevas generaciones de milenials, Zetas y Equis que se horrorizarían con los humos que la convirtieron en la ciudad gris más contaminada de Europa. Para bien o para mal todo ha cambiado en esta tierra bendita por el mestizaje de la necesidad. La nostalgia queda para aquellos que la levantaron. A los demás nos queda definir su futuro.
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