Pasan los meses como si fuesen trenes de alta velocidad y con esto de la pandemia, los acontecimientos se me entremezclan en la memoria como el barajar de unos naipes antes de una partida de Póker. Parece que hace cuatro días que tuvimos al primer crío y resulta que lo tengo aquí, delante de mi, hablando de sus proyectos de futuro con la ilusión que se tiene cuando acabas de cumplir 20 años de vida. Ellos crecen y te hacen viejo. Es ley de vida.

Veranos como los de antes
Nel ya va por los 17 y mis dos chavales son tipos bastante independientes que ya no requieren de papá y de mamá, para bien y para mal. Y con este planteamiento, este verano, Elsa y yo vivimos unas vacaciones similares a las de nuestros primeros años como pareja, disfrutando de nueva independencia sin los inconvenientes de las responsabilidades inmediatas.


Una año más aquí estamos, en esta pequeña casita familiar enclavada en una falda del valle de Fenolleda en Candamo, rodeados del aroma estival de la aldea asturiana en la que pasé muchas tardes de infancia recogiendo hierba y manzana.
Escribo, leo y paseo tratando de desconectar al cien por cien de todos los quehaceres diarios al mismo tiempo que te sientes afortunado por ir manteniendo la salud, la propia y la de los que te rodean, que con los tiempos que corren, ya es mucho.
El valle de Fenolleda
Miro por esta preciosa ventana que mira al valle, engalanada con flores y utensilios de cocina. Como no podía ser de otra manera, tengo una vieja Nikon a mi lado. Mido la luz y disparo este bodegón que forma parte de la esencia de mis antepasados y de mi mismo. Salgo al huerto. Entre los pegoyos del hórreo se filtra la luz intensa de esta preciosa tarde de verano. Al fondo veo la iglesia de Santoseso, con el pequeño cementerio acostado a sus pies. Allí descansa para siempre mi padre, justo al otro lado del valle que tantas veces recorrió camino de la escuela.
Todo se detiene en este valle candamín porque aquí casi no ha cambiado nada en los últimos cien años. Las mismas casas, los mismos prados y los mismos hórreos. Solo las personas atraviesan esta tierra dejando únicamente efímeras huellas en la memoria de los más viejos.
Hace fresco para ser agosto. Da igual. Toda esta tranquilidad es pura felicidad en este tiempo de descanso.